En febrero de 1999, el líder del pueblo kurdo y fundador del Partido de los Trabajadores del Kurdistán, Abdullah Öcalan, fue secuestrado por medio de un complot internacional y trasladado ilegalmente a Turquía donde, tras un juicio plagado de irregularidades, fue condenado a pena de muerte. Debido a la presión nacional e internacional su condena fue cambiada a cadena perpetua en la prisión de alta seguridad de la isla de Imrali.
Desde hace casi 23 años, Öcalan se encuentra encarcelado. En gran medida en régimen en aislamiento agravado: todos los medios de comunicación, incluyendo cartas, faxes o llamadas telefónicas le han sido prohibidos indefinidamente y sin excepción. Su familia y abogados tiene prohibidas las visitas.
En el informe del Comité para la Prevención de la Tortura del Consejo de Europa publicado el 5 de agosto de 2020, el Comité admite que “el sistema de aislamiento en Imrali que se aplica a Abdullah Öcalan se basa en un régimen de tortura” e insta al gobierno turco a levantar el aislamiento. Sin embargo, el régimen turco no solo hace caso omiso a dicha orden (a cuyo acatamiento está obligado como miembro del Consejo de Europa), sino que ha reforzado la represión sistemática de los kurdos y de toda la oposición.
Öcalan es no sólo el líder del pueblo kurdo, sino el desarrollador de la teoría política del Confederalismo Democrático, que aboga por la democracia de base, la liberación de la mujer y la defensa del medio ambiente, que ha sido puesta en práctica en el norte y este de Siria facilitando la convivencia entre las diferentes naciones que la habitan. Por el contrario, el gobierno turco del presidente Erdogan se muestra cada vez más autoritario, corrupto y militarista. Cientos de presos en las cárceles turcas han llevado a cabo huelgas de hambre pidiendo su liberación.
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